domingo, 21 de marzo de 2010

Tintín en el país de los Soviets



Tintín en el país de los soviets es uno de los primeros de los álbumes de Las aventuras de Tintín del artista belga Hergé. Se publicó originalmente entre 1929 y 1930 en Le Petit Vingtième, el suplemento juvenil del diario católico Le Vingtième Siècle. La obra fue encargada a Hergé por Norbert Wallez, director de este diario de derechas, que tuvo la genial idea de inventar este personaje para mostrar a los jóvenes belgas la realidad de la Unión Soviética (léase lo malvados que eran los rojos).

Hay que señalar la compleja tarea de creatividad que le debió llevar el argumento de la obra a su autor: "Tintín y su perro Milú son enviados a Moscú por el periódico para el que trabaja. Durante el trayecto, una bomba colocada por un agente ruso del servicio secreto estalla en el tren en el que viaja. Tintín es acusado del incidente y enviado a prisión pero consigue escapar gracias a su astucia y un disfraz.
En Moscú descubre que los Soviets obligan a la gente a votar apuntándoles con armas; que las fábricas más productivas son en realidad edificios vacíos empleados para engañar a los visitantes; como los Soviets solamente dan de comer a los jóvenes si aceptan llamarse comunistas; que toda la región de Moscú se enfrenta a una hambruna debido a la falta de alimentos y al envío de estos hacia el exterior para su utilización propagandística por parte del régimen... Los soviets planean robar alimentos en las vecinas granjas pero Tintín consigue avisar a los granjeros del avance de las tropas, aunque es capturado. De nuevo consigue escaparse y en su marcha por las desiertas llanuras heladas Tintín encuentra el escondite secreto de riquezas de Stalin, Lenin y Trotsky que éstos habían robado al pueblo ruso (incluyendo un amplio depósito de trigo). Tintín regresa con este secreto en su poder, llega hasta Berlín donde vuelve a encontrarse con agentes soviéticos y escapa para llegar hasta Bruselas donde una multitud enfervorecida lo espera aclamándolo (...)"

Así, gracias a este cómic caracterizado por su realismo (resulta curioso el dato de que su autor no había visitado jamás la Unión Soviética, pero será que al leerse el libro de Douillet se hizo una idea muy ajustada y no fue necesario tal contratiempo). Era pues, primordial alertar a los niños (sí, muy importante a los niños, como si los comunistas fueran de su interés) lo malos que eran los comunistas, tan malos, que no sólo mentían cuando hablaban de que tenían una economía en pleno desarrollo (todas sus fábricas eran atrezzo de teatro) si no que eran unos maltratadores de animales en potencia (ver la última viñeta: ¡Para pasar el rato podríamos atarle una piedra al chucho!). Claro que no hay mejor manera de predicar a los niños el odio a un país que tratar la temática de la violencia animal. Seguramente les importe mucho más eso que las mentiras o las elecciones amañadas por parte de los comunistas.
Tampoco tiene pérdida la viñeta en la que sale el perrito Milú radicalizado (en sus inicios incluso bebía vodka y fumaba puros...) más anticomunista aún que Tintín (!) cuando le dice asustado en su viaje a Moscú: 'He oído decir que hay muchas pulgas allá... y ratas también".

2 comentarios:

  1. Hergé no destacaba por ser un hombre de ideas muy abiertas, precisamente u_u En los álbumes de Tintín es común que refleje a otras etnias como los árabes y los negros con un comportamiento muy tonto, y los países eslavos y suramericanos como lugares pintorescos pero peligrosos.

    Por cierto, me gustan los nuevos colores del blog.

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  2. Caram, frega allò grotesc prendre's tanta feina per a manipular algunes ments a que odïin el mateix que un odia... Tampoc se li pot demanar massa racionalitat a una cosa motivada per l'odi.
    Gràcies, molt il.lustratiu.

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